17/6/11

¿En qué aplicar la Inteligencia Emocional? Tercera Parte

Varios temas gratis de todo para todos día con día

Ahora analizaremos
¿Qué aspectos deterioran una relación? Por ejemplo,
¿Siendo honestos, no acaso nos reflejaremos en esto?
Timidez

Algunos datos de conducta que distinguen a los tímidos de los no tímidos:
 Los tímidos tienen una marcada tendencia a evitar a los demás y a rehuir los contactos sociales; una tendencia a evitar cualquier iniciativa en el terreno social; en las reuniones, la inclinación al silencio; evitar mirar a los ojos a los demás; la costumbre de hablar en voz baja o suave.
Puede decirse que el factor común de todas estas actitudes es la inactividad o, en el mejor de los casos, la mínima actividad: no iniciar, no hacer, no responder... En general, no hacer nada en las situaciones sociales. Una encuesta realizada en la Universidad de Ohio reveló que
16% de los alumnos de este centro y el 12% de las alumnas reconocen sentir más o menos temor por el simple hecho de estar en presencia de un miembro del sexo opuesto, 32% de los hombres y el 39% de las mujeres admiten sentir temor cuando hablan con alguien por primera vez.

Estas cifras llaman la atención por su importancia. Si se cuenta usted entre esos hombres y mujeres, y si su temor es intenso, no me sorprende que utilice usted el mecanismo psíquico más sencillo para proteger su tranquilidad emocional: evitar totalmente las situaciones sociales. Pero hemos visto que las consecuencias de esta forma de adaptación pueden ser graves. Cuando la timidez se prolonga desde la adolescencia a la edad adulta, da lugar a lo que se denomina soledad social, es decir, una sensación de aburrimiento, de falta de alicientes y de exclusión, que suele ser causada por la ausencia de un entorno social favorable.
Debe distinguirse la soledad social de la soledad emocional. Esta última se debe al fracaso en el intento de mantener una relación íntima con alguien, y la terapia a seguir se centra en la adquisición de una seguridad y desenvoltura personal que permitan el desarrollo de nuevas relaciones íntimas en las que la persona se muestre tal como es. Pero la curación de la soledad social no puede hallarse aplicando los principios de la psicología humanista ni en grupos de encuentro o de sensibilización. La soledad social es una triste secuela de la timidez, y sólo puede ser superada mediante la adquisición de la habilidad social necesaria para hacer amistades, mantener relaciones superficiales, conocer a personas nuevas y sentar una base para las relaciones informales.
El número de contactos sociales y de amigos que tiene una persona guarda estrecha relación con su bienestar emocional. Incluso entre los niños de edades comprendidas entre los cuatro y los once años, los que tienen pocos amigos, o ninguno, sufren a menudo perturbaciones emocionales.

En los adolescentes, la respuesta Nunca o Alguna vez a la pregunta:
¿Con qué frecuencia sales con amigos?
Indica un bajo nivel de adaptación social y emocional.

En los adultos, las amistades y contactos sociales son un factor de extrema importancia como fuente de bienestar y felicidad.

En una encuesta llevada a cabo recientemente en Norteamérica, en la que se entrevistó a unas cincuenta mil personas, los hombres y las mujeres solteros colocaron el apartado vida social y amigos en primer lugar entre otros dieciséis aspectos de la vida que ellos pensaban que contribuían a su felicidad.

El tener amigos y una vida social agradable es más importante para los solteros que el crecimiento personal, la salud física, una vida sexual plena o incluso una buena situación económica.

Los hombres y mujeres casados consideraron el estar enamorado como el factor más importante de su felicidad, y el apartado vida social y amigos fue relegado a un nivel de importancia relativamente bajo: el octavo lugar.
Pero no nos engañemos. El estar casado no evita las sensaciones de aislamiento, soledad social y depresión. Incluso entre las personas casadas, lo que distingue a aquellas que se sienten socialmente aisladas de las que no lo están es la participación en actividades sociales externas al matrimonio, como la participación en organizaciones voluntarias. El hecho de estar felizmente casado y de gozar de una relación profunda y completa con una persona no significa necesariamente estar libre del aislamiento social y de la soledad. El participar en un grupo social aparte de la relación primaria es lo que da lugar a sentimientos positivos acerca de la vida. El cuarenta por ciento de las cincuenta mil personas entrevistadas admitieron que a menudo se sentían solos. Y esta frecuente sensación de soledad no afectaba sólo a los solteros sino que se daba en el mismo porcentaje entre los casados.
También en el caso de las personas retiradas o jubiladas existe esta relación entre la ausencia de contactos sociales, la alienación social y la soledad. El hecho de relacionarse exclusivamente con los familiares, o con las personas que comparten una vivienda, o con los tenderos del barrio, da lugar a sentimientos de depresión y aislamiento, y es causa además de mala salud. A cualquier edad, independientemente de la situación económica, marital o sexual, la falta de actividad social va unida a la soledad y a la inadaptación. La participación en diversas actividades sociales origina, de manera clara y perceptible, una sensación de adaptación emocional, una buena salud y una actitud positiva ante la vida.
De alguna manera, parece que nos avergüenza reconocer que experimentamos una necesidad de calor humano y de contacto social, aparte del matrimonio, aparte de las relaciones familiares y laborales. Por alguna estúpida razón, el proceso de hacer amigos y establecer contactos sociales no ha llegado a ser tan aceptado como otros motivos menos importantes para formar grupos, ni ha llegado a ser tan institucionalizado como el matrimonio y la paternidad.
Si usted es una persona tímida, puede ocurrirle otra cosa grave: no buscar ningún contacto personal ni social. En una encuesta realizada para averiguar por qué algunas personas no llegan a casarse, la mayoría de quinientas mujeres solteras mayores de treinta años declararon creer que sus principales dificultades se debían al hecho de ser demasiado tímidas." Tenían sensaciones de inferioridad y experimentaban temor a ser rechazadas, y por ello tendían a ocupar sus ocios con actividades y hobbies que les impedían conocer a un compañero. La mayoría de aquellas mujeres no salían nunca con hombres, o casi nunca, y apenas tenían relaciones masculinas. Aun después de haber abandonado el ámbito de la influencia paterna, muy pocas de ellas hicieron nada para variar su situación social. Aquí es donde tienen su mayor influencia en las decisiones vitales la falta de actividad social y la ausencia de un esfuerzo continuado por hacer amistades. La falta de motivación y de empeño debilita los esfuerzos de una persona y disminuye sus capacidades naturales; aumenta el temor que pueda sentir hacia la sociedad, favorece su pasividad y frustra sus esperanzas de integración y éxito. ¿Está usted poco motivada a la hora de resolver sus problemas sociales? Aunque la necesidad de contacto social sea fuerte y dominante, si no existe una motivación para alcanzar el éxito, las iniciativas sociales serán débiles y las experiencias estarán amenazadas por la frustración y la desesperanza.

Deje de ser una carga para los demás
Mejor Hacerlo De Modo Natural

La mejor manera de que en su mente prevalezcan sus buenas cualidades es obtener éxitos. El efecto psíquico más positivo lo tienen las cosas reales, los hechos arraigados en la realidad social. El hecho de desempeñar con éxito una determinada tarea suele bastar para que una persona recuerde de pronto (a veces inconscientemente) sus cualidades personales y para que se olvide de sus defectos. Así, los éxitos sociales que se obtienen, hacen de un modo natural lo que las técnicas, para estimular la autovaloración hacen, influyendo directamente en la actitud y los pensamientos de la persona. La máxima lo mejor para triunfar es el éxito es cierta, en el sentido de que los éxitos que se han cosechado tienen un efecto natural y duradero en la mente del sujeto.
Vayamos un poco más allá. Las personas que obtienen éxitos conciben, a partir de ellos, una serie de esperanzas. Esto es importante, pues la esperanza en los futuros éxitos es lo que motiva a la persona para responder a nuevos desafíos y para afrontar con serenidad las exigencias de la realidad social. Los fracasos, en cambio, disminuyen la esperanza; suelen reducir la motivación para actividades posteriores y dificultan el éxito de éstas. El resultado es la depresión, la apatía y la resignación.
Todo esto está muy bien -dirá usted- pero,

¿Qué puedo hacer yo para obtener éxito más a menudo?
Como verás, consiste en cambiar sus ideas irracionales acerca de la realidad social, en aumentar su desenvoltura en la conversación y la conducta, y en aplicar estas capacidades en una serie de ejercicios concretos. Pero, antes que nada, debo advertir de una cosa que puede hacer inútiles todos esos ejercicios y tareas. Me refiero a los prejuicios. Si no los elimina, no llegará a obtener seguridad en sí mismo, por más que se esfuerce y se ejercite.

El primer paso para eliminarlos está en comprender perfectamente qué son y cómo actúan.

Características de Timidez
Si usted es tímido, tiene probablemente una escasa auto estimación social, y tiende, asimismo, a desvalorizarse con respecto a cualquier grupo. Por ejemplo, si yo le mostrase, en una cinta de video, momentos de su conducta social, y le pidiese que juzgase diferentes aspectos de su actuación, es probable que se mostrase mucho más crítico y humilde que una persona que no fuese tímida y que tuviese una mayor autovaloración social. Las personas tímidas son mucho más críticas consigo mismas, no sólo acerca de su conducta sino también acerca de su aspecto físico, y cuando tienen que calcular las posibilidades de ser aceptadas por otra persona para una nueva relación infravaloran siempre sus posibilidades reales.
¿Son preferidas las personas agraciadas?
¿Tienen una ventaja sobre las demás?
 La respuesta a la primera pregunta es inequívocamente afirmativa.
Las personas físicamente atractivas suelen ser las preferidas, pero sólo en un determinado sentido. La gente quiere ser asociada con personas hermosas por razones externas y por las satisfacciones externas que se obtienen cuando son vistos en público con ellas. Si en general preferimos asociarnos a personas físicamente atractivas es, sobre todo, por razones de prestigio. Si un joven es visto con una muchacha muy hermosa, los demás tienden a atribuirle a él un gran número de características positivas. Si la joven con la que sale no es atractiva, la gente tenderá a considerarle, en general, de un modo más negativo. Así, la simple proximidad de una persona atractiva puede crear una actitud más favorable por parte del entorno social. Para muchas personas, sus relaciones con el sexo opuesto son un asunto muy público, en el sentido de que ponen muy en juego su vanidad cuando se presentan ante los demás en compañía de alguien. Y a menudo no les basta el simple hecho de ser vistos en la proximidad física de una persona atractiva, sino que los espectadores deben ser llevados a creer que existe algún vínculo o relación entre los dos. Pero, esa exhibición pública proporciona pocas satisfacciones en términos de amistad o de relaciones sociales.
Un Experimento Sobre El Aspecto Personal
Un grupo de reclusos de una penitenciaría, de los cuales habían sido encarcelados por delitos relacionados con drogas, se sometieron a la cirugía estética para corregir defectos y quitarse huellas de quemaduras, cicatrices y tatuajes.
Después de su salida de la prisión, aquella "Rehabilitación cosmética"
 Resultó ser la medida más eficaz para mantenerlos apartados de presidio, ayudarles a encontrar un trabajo y, en general, para su adaptación social y personal, todo ello en comparación con un grupo similar de reclusos que no se habían sometido a la cirugía estética.
 Está claro que los rasgos faciales y el aspecto general de una persona tienen una fuerte influencia en cómo ella se percibe a sí misma y en cómo la perciben a ella las demás. Aunque la medida en que podemos mejorar nuestro aspecto es limitada, es asombroso descubrir cuántas personas tímidas no parecen ser conscientes de las modas y las formas de poner de relieve los aspectos positivos de su físico, aunque ello quizá no es demasiado asombroso, puesto que los tímidos se resisten, ya de entrada, a destacar.

¿Qué hacer, cuándo, cómo, con quién?
¡Ah...!
Ojalá tuviésemos el programa detallado, el mapa que nos dijese por dónde navegar en los encuentros sociales imprevisibles... Pero, por desgracia, el estudio de la conducta humana no ha progresado hasta ese extremo. Incluso es muy improbable que podamos decirle algún día con exactitud lo que debe hacer, con quién y en qué circunstancias, para estar seguro del efecto que causa en la gente. Existen demasiados ambientes distintos, demasiados tipos diferentes de personas con historias diversas, y demasiadas combinaciones posibles de señales verbales y no verbales, para meterlo todo en una gigantesca ecuación. Pero en las relaciones sociales no pueden aplicarse normas específicas. Y aunque pudiesen aplicarse, servirían de poco, pues las rápidas decisiones que hay que tomar en una situación social no le dan al interesado mucho tiempo para buscar en su índice mental y encontrar la norma adecuada. Lo único que existe son indicaciones generales sobre el efecto que produce un tipo de conducta en ciertas situaciones, y la persona tiene la responsabilidad de decidir cómo aplicar esas indicaciones, observar el resultado y modificar algún elemento específico de su conducta según el contexto concreto.
¿Cómo puede usted hacerse socialmente hábil y adecuadamente expresivo, y librarse de su timidez? ¿Qué reglas hay que aplicar?
¿Qué estrategias debería adoptar?

Antes que nada, lo que debe usted recordar es que incluso la persona más hábil, la menos tímida, sólo sale con bien de las situaciones sociales el 80% de las veces.
Esto significa, naturalmente, que por hábil que sea usted en la aplicación de sus conocimientos sociales, no se sentirá completamente satisfecho de su actuación más allá del ochenta por ciento del tiempo. Pero lo fundamental es cómo se explique sus fracasos. El atribuir esos fracasos a alguna deficiencia personal no hará más que desanimarle para la experiencia siguiente, pues será un golpe negativo para su autoestima. Por otra parte, si atribuye su fracaso al hecho de no haberse esforzado lo suficiente para valorar y decidir correctamente, podrá usted seguir enfrentándose a su ambiente social y aprenderá a alcanzar éxitos con mayor facilidad.
Hablemos ahora un poco de los primeros encuentros:
No es correcto ni prudente mostrar sentimientos intensos.
No es costumbre expresar gran simpatía hacia la otra persona, ni ningún sentimiento intenso, sobre la única base de una presentación y unas breves palabras y, a menudo, el simple hecho de que una cosa no sea la acostumbrada basta para hacerla socialmente inaceptable.
Supongamos, por ejemplo, que usted expresa verbalmente su simpatía hacia una persona, diciéndole:
Oye, es agradable estar contigo, me haces sentir a gusto, si lo dice con voz suave y expresiva, y está muy cerca de ella, mirándola a los ojos, la persona percibirá una simpatía intensa. Y si se trata de su primer encuentro, es probable que le vea a usted como un tipo raro o, en el mejor de los casos, como una persona de modales extraños, incluso extravagantes. Y ello sólo por un
exceso de mensajes no verbales.
Los encuentros iniciales y las entrevistas periódicas pero muy breves se desarrollan mejor si se sigue la norma de la reciprocidad. Esta norma dice que debe existir una igualdad en la expresión de simpatías, de preferencias y de sentimientos.
El ejemplo que hemos dado antes muestra un exceso de franqueza en un momento en que la relación no estaba todavía madura.
Las personas que dicen muchas cosas demasiado pronto ponen a los demás en una situación incómoda y embarazosa. Esta incomodidad es motivada no sólo porque la otra persona no sabrá seguramente qué actitud tomar, sino porque sentirá que se le exige una reciprocidad en los sentimientos expresados.
La persona ante la que se demuestra un exceso de franqueza se siente molesta por ello, y lo que pretendía ser un cumplido amable lleno de sentimientos positivos se convierte en motivo de desagrado y de rechazo.
Debería usted saber también que, si no se muestra expresivo, ya sea verbalmente o no verbalmente, y permanece quieto como una momia durante el curso de una reunión social, será rápidamente catalogado de tímido e inhibido. De la misma forma, si sus reacciones son exageradas y comunica usted demasiadas cosas con las manos, el cuerpo, la cara y el tono de la voz, puede ser tachado de inmaduro y quizá de histérico.
¿Cómo evitar los dos excesos, el de comunicar poco y el de comunicar demasiado?
La respuesta está en el principio del equilibrio. La persona no tímida tiene la habilidad de equilibrar los mensajes verbales y los no verbales de una manera muy natural, inconscientemente. Por ejemplo, para comunicar un cierto grado de empatía, la persona no tímida se acercaría a la otra, pero bajaría la mirada. O bien, en el curso de una conversación amistosa con una persona del sexo opuesto, podría rozarle el codo o el brazo, pero cambiaría el cuerpo de posición, apartándolo un poco de la otra persona, o retrocedería ligeramente Esta mezcla o equilibrio de los componentes de comunicación verbales y no verbales permite la variedad y la expresividad, y evita causar en el otro una impresión demasiado intensa. La habilidad social significa saber no sólo cómo equilibrar estas señales, sino también cómo utilizarlas de varias maneras según la situación y la persona de que se trate.
Veamos algunos ejemplos que, en los sentimientos internos, somos nosotros quienes nos reprimimos más, de lo que fue la causa:
Una pequeña de dos años explora el mundo. Descubre un lugar en el jardín donde con mucho entusiasmo se pone a cavar en la tierra, Se siente orgullosa de su logro. "Mírenme quisiera decirle al mundo, miren lo que puedo hacer Soy muy lista"
"¡Ve cómo te has puesto!  grita su madre, mira este batidero, estás toda sucia, cómo has puesto la ropa me has desilusionado mucho debería darte vergüenza"
La niña se siente muy chiquita. Baja la cabeza y se queda mirando al suelo. Contempla sus manos y su vestido sucios y empieza a sentirse sucia por dentro. Cree que hay algo muy malo en ella, tan malo que ya nunca más quedará limpia. Escucha el tono de desdén de su madre y se siente llena de defectos.

Una joven de dieciséis años ha empezado a salir con un muchacho. Éste parece ser todo un caballero y jamás trata de forzarla a hacer algo que ella no quiera. Cada vez confía más en él. Durante las clases se pasan cartitas de amor.
En ellas el muchacho cariñosamente la apoda: "Mi niña sexy."
Un día en la escuela, un amigo de su novio le grita al pasar niña sexy, ¿cómo estás? De inmediato se da cuenta de que su novio debió haber enseñado sus cartas a otros, se siente muy humillada se sonroja por la pena, quisiera huir de ese lugar, siente que todos pueden adivinar sus pensamientos
Más tarde recibe una llamada de su novio, quiere disculparse por lo que ha pasado, ahora ella está furiosa, aléjate de mí –grita, nunca te perdonaré por lo que has hecho, no volveré a hablar contigo jamás.

Un hombre de mediana edad tiene un empleo seguro en una empresa pequeña, oportunidades para mejorar excelentes y con frecuencia el supervisor se expresa muy bien de él sus compañeros tienen una magnífica opinión de su desempeño en el trabajo.
Un día su jefe lo reprende a causa de un error que ha cometido, llegó tarde a una junta o tal vez olvidó mandar una factura, se trataba de una falla menor, su jefe sólo quería llamarle la atención, no atacarlo.
A pesar de ello, el hombre se siente profundamente derrotado. "Sabe" que algo está básicamente mal en él. Piensa que han descubierto que es un fraude, está seguro de que todos piensan que no debería trabajar más en esa compañía, como no es perfecto supone que no vale nada, se pasa las horas recordando todos los errores que ha cometido en este y en otros trabajos, lo que lo hace sentirse todavía peor se retira a su oficina, cierra la puerta y se queda allí recluido el resto del día. Sabe que nunca será lo suficientemente bueno.
Un hombre mayor pasa gran parte de su tiempo criticando a todo el mundo. Su esposa es estúpida, su hijo es un flojo, su hija es una tonta, sus amigos son vulgares y el mundo está podrido, no duda en decirle a los otros que él es más listo y más sensato, y que en todo lo demás es también mejor que ellos, pregona por todos lados su sentimiento de superioridad, espera que los demás le rindan honores, quizá esta imagen que proyecta convenza a algunos, pero otros se dan cuenta de que este hombre a través de su altanería y arrogancia pueden ver, a la persona insegura que se esconde detrás, se percatan de cómo trata de convencer al mundo de que él es mejor que los demás, cuando realmente siente lo contrario, debido a su desprecio hacia el resto del mundo, vivir cerca de él es muy difícil, en lugar de adorarlo y rendirle honores, los demás se alejan, lo evitan y no desean contarle nada sobre ellos.
Las cuatro personas de estos ejemplos comparten el mismo problema: el sentimiento de vergüenza. Es tan doloroso, que a veces se siente en todo el cuerpo. Existen diferentes tipos de vergüenza y nunca es exactamente igual en un individuo que en otro.

La experiencia de la vergüenza tiene algunas características comunes: respuestas físicas y definidas, pensamientos desagradables, conductas problemáticas y gran sufrimiento espiritual.
Decimos que esta situación es un mito porque nadie tiene que vivir para siempre en la vergüenza. En este mundo hay espacio suficiente para todos. No existe algo como un humano subhumano. Lo maravilloso de la vergüenza, incluso la que es excesiva, es que se puede aprender a vivir con ella y volverse espiritualmente más rico en el proceso. Pero la persona que está dominada por la vergüenza debe aprender cómo cuestionar sus creencias de ser alguien intrínsecamente carente de valor. Estas personas se acostumbran a interpretar los acontecimientos desde la perspectiva de la desgracia, necesitan descubrir cómo ver el mundo desde una perspectiva menos amenazadora. Deben cuestionar y desechar su propio mito que los condena de por vida a vivir avergonzados.
Las personas dominadas por la vergüenza, son muy críticas con ellas mismas. Siempre encuentran algo criticable en su apariencia, conducta o personalidad. Se fijan metas tan altas que así, nunca pueden alcanzarlas y cuando inevitablemente fallan, se dicen a sí mismas las cosas más terribles. (Tres dieces y un ocho pueden ser buenos para todos, pero a mí me demuestran que soy un fracaso.)
Estas personas también están muy conscientes de sí mismasSon hipersensibles a la crítica, por lo que están muy atentas a la posibilidad de humillación. Como se han esforzado tanto para condenarse a sí mismas, esperan que los demás los juzguen. Al estar tan concentradas en los defectos que imaginan que los demás notan en ellas, con frecuencia le tienen terror a los acontecimientos formales como las revisiones anuales de desempeño en el trabajo. Simplemente no pueden acepta las alabanzas junto con las críticas como una mezcla balanceada. Mientras que reciben las últimas como algo merecido, piensan que los halagos de cualquier tipo son falsos o equivocados. Frecuentemente se comparan con amigos, socios y compañeros; el problema estriba en que por lo general se concentran en la idea de ser inadecuadas y no en el hecho de que son tan buenas como los demás.
Las personas que están dominadas por la vergüenza inconscientemente buscan relaciones que la subrayan. Las que piensan que básicamente no valen nada son presa fácil de aquellos que obtienen su autovaloración atacando a los otros. "Sé que mi amante es malo conmigo, pero ¿quién más me querría?" se preguntarán, Su vergüenza excesiva las predispone a ser humilladas en sus relaciones más importantes.
Pocas personas sufren todo el dolor que hemos descrito aquí. La mayoría, aun aquéllas con vergüenza excesiva, pueden tener periodos en los que experimentan el respeto a sí mismas y la dignidad. Pocas personas están tan profundamente afectadas por la vergüenza que en ningún momento pueden sentirse bien con ellas mismas. Además, las que normalmente manejan bien su vergüenza pueden pasar por periodos en los que ésta los abruma. En esos momentos, es posible que sientan muchos de los efectos que hemos descrito, pero eventualmente regresarán a un estado más positivo.
Sin embargo, existen muchas personas que responden al mundo desde una perspectiva basada en la vergüenza. Esto quiere decir que esperan ser avergonzadas, que buscan experiencias vergonzosas que confirmen sus expectativas además de que constantemente se avergüenzan a sí mismas con críticas excesivas. Viven en un mundo de vergüenza.

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